jueves, 21 de julio de 2011

Quizá hayan paseado por la Granja de los Tordos...

Llega el verano, y recuerdo los nervios que se me agolpaban en el estómago cuando era pequeña y preparábamos la maleta para irnos de vacaciones. Era el momento de estar todos juntos, y con una única preocupación: pasarlo bien y descansar.
Una vez que habías terminado tu maleta, tenías que cooperar en preparar otra que, quizá, era la más importante o, al menos, la que más me gustaba: la de los libros.
En la cama, en el jardín o en la playa… daba igual donde estuviera, pero siempre lo hacía con un libro. Y es que, durante las vacaciones de verano no sólo he ido a las Rías Baixas, sino que también he paseado por la Granja de los Tordos y vivido miles de aventuras en la isla de Kirrin.

Siempre me animaron a leer, y mucho; en casa y en el colegio. Especialmente recuerdo a una profesora a la que una compañera de clase le preguntó, ¿pero que libros leemos? Y ella contestó, “No importa los gustos o aficiones que tengas a la hora de leer, lo importante es que lo hagas. No dejes nunca de hacerlo”.


Si, es importante leer; pero es igual de fundamental ser un buen lector. Ahí radica, como diría C. S. Lewis, crítico literario y reconocido académico, la diferencia esencial entre un buen lector y un mal lector. Un mal lector es aquel que consume los libros. Un consumista que traga la literatura como podría tragar cualquier cosa. La disfruta, la trasiega con rapidez, con voracidad incluso, en un afán desmedido por llegar al final, por saber cómo termina. Y luego olvida el libro. El buen lector disfruta la lectura aún más que el anterior, pero sin consumirla, sin intentar convertirla en un objeto de deleite, sino incluso lo contrario: el buen lector quiere que la obra le posea a él, le sorprenda, le maraville, le permita entenderla desde dentro. Por eso, el libro deja en él un poso, y siente la necesidad de pararse a pensar sobre lo leído: ¿Qué me está diciendo? ¿Por qué me inquieta? ¿En qué me reconozco al leer esta novela o esta poesía? ¿Por qué me gusta, en definitiva?

Como dice Paco Sánchez, columnista de la Voz de Galicia y antiguo profesor de la Facultad de Periodismo de la Universidad de Navara, entre otras muchas cosas, la lectura aúna en sí cuatro cualidades fundamentales: enseña a mirar como miran los que saben mirar, enseña a escuchar como escucharon los mejores hombres y mujeres de la historia, enseña a pensar como ellos pensaron y enseña a expresar lo que ellos vieron, escucharon y pensaron.

Cuando uno se va de vacaciones y piensa en hacer la maleta, no sólo debería pensar en la ropa que va a ponerse o la crema que va a echarse después de un caluroso y fascinante día de playa, si no que también debería de plantearse que el verano es tiempo de desconectar, y un libro es una de las mejores formas de hacerlo.
Hay personas que no han podido viajar todo lo que hubieran querido, pero si les preguntas porqué quieren ir a Inglaterra, te sorprenderán al darte mucha más información que cualquier persona que haya ido… y, ¿por qué? Quizá porque simplemente hayan paseado por la Granja de los Tordos...

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Decía que al leerlo dan ganas de coger esa maleta llena de libros y salir corriendo para refugiarse en un rincón y poder pasear por el mundo.

Lucía Be dijo...

Eso digo yo, dejar de preocuparse por el look perfecto, las cremas antiarrugas y el autobronceador... libros, libros con los que viven y que te han enseñado a vivir. Bravo Camino por estas emocionantes páginas que empiezas tú ahora, y que yo, por supuesto, empiezo a seguir.

Un beso enorme!

Camino dijo...

¡¡¡Muchas gracias!!!
Miles de besos